Si analizamos las rutas culturales las podemos entender como
una nueva forma de concebir el patrimonio cultural enmarcado en un conjunto y
dentro de un contexto por tanto, se aleja de la idea de un edificio aislado. La
gente se beneficia de un itinerario cultural que si se plantea bien puede
llevarlos a valorar la herencia histórica, es una magnifica manera de
comprender y respetar la cultura.
Además, cuanto mayor auge haya los municipios ven interesante invertir en él y
gracias a ello existe una mejora en la gestión y conservación, aunque no sea
siempre así. Si observamos el lado oscuro, y como en todo lo que toca el
hombre, el “uso” del patrimonio se corrompe. Se crean masivos paquetes
turísticos como único motivo de obtener el máximo beneficio económico
desapareciendo así la calidad del servicio. Si no se estudia previamente el
impacto que conlleva que miles de personas pasen por este, veremos un deterioro
de los edificios y monumentos cada vez más acusado.
La creación de una ruta cultural se entiende como un proceso
complejo, debe ser riguroso en los objetivos que deseemos marcar y apoyarnos en
la realidad social.
Un itinerario cultural debe tener un diseño original, una de las maneras es buscar que el
usuario participe y sea creativo, así nos aseguraremos que no olvida lo que ha
aprendido. Tampoco es necesario dar mucha información, si vuelve a casa
recordando cuatro conceptos bien claros es mejor que si no retiene nada. Igualmente, es fundamental
transmitir el espíritu del estilo al que nos estamos dirigiendo, emociones de
la época y las características principales. Para todo ello debemos tener en
cuenta los recursos de los que disponemos y
las herramientas necesarias para rendir en la programación, entre varias
podemos encontrar: Google Maps, Google City Tours, Witur, etc.
Finalmente, evaluaremos los resultados y nos guiaremos en lo
errores para mejorar el servicio.
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